domingo, 24 de febrero de 2013

Morir en el intento...


Te huelo y me hueles; te recorro con los ojos mientras tú me observas detenidamente, como si esta fuera la primera vez que nos topamos en la vida. Me dices palabras sueltas, evaluando cuánto deseo estar a tu lado, antes de decir lo que verdaderamente quieres, y desvelar por completo tu deseo. Te escucho sin responderte, sin hacer expresión alguna que delate lo que pienso, fingiendo que es nada lo que siento.
Pero sé que en mis ojos crece un brillo audaz, y me es inevitable empezar a salivar. Es evidente que te reconocido. Recuerdo todo, cada vez que eliminabas mis sentidos.
Finalmente, nos miramos a los ojos y dejamos de fingir que no hemos sido cómplices en el pasado.
Caminas alrededor mío, mientras saco mis propias conclusiones, y al hacerlo, siento cómo se reactivan las sensaciones, desatándose algo incendiario. 
Respiro profundamente, y al percibirte tan cerca, crecen mis dudas, oscilo entre la curiosidad y la prudencia. Cierro los ojos para ver si encuentro la respuesta en la sensación de tu presencia, y percibo tu sonrisa aún sin verla...

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